¿Alguna vez te has preguntado de dónde vienen tus problemas? O tal vez quizá, ¿por qué son de una manera y no de otra? Pues lee este post porque en él te respondo esas preguntas, o al menos es lo que me gustaría. Voy a hablarte de las heridas de la infancia, cómo detectarlas y cómo sanarlas.
Las heridas de la infancia son heridas emocionales que marcan a las personas de por vida, si no se trabajan y se curan. Muchas veces parten de nuestra infancia o traumas, incluso antes de nacer, debido a los conflictos de nuestros padres. Podemos tener una, dos o varias pero siempre hay una que predomina.
Nos dejaron una huella y una influencia que sólo se borrará cuando sea identificada, aceptada y sanada.
En este rato que vamos a estar juntos, te propongo ahondar en tu infancia y en las heridas. ¿Te atreves?
Sé que es doloroso, pero te aseguro que te va a aportar muchos beneficios. Ahondar en el autoconocimiento te aseguro que es muy liberador, te ayuda a avanzar por la vida ligero de equipaje y de cargas emocionales.
Las heridas de la infancia no solo afectan a la salud emocional, también afectan a la salud física, mental, y hasta espiritual. Esto se convierte en “las gafas con las que vemos nuestra realidad”. Es de ahí de donde adquirimos una determinada identidad o forma de ser, eso que llamamos personalidad. El mismo problema encontramos en distintas áreas de nuestra vida.
Estoy segura que más de una vez has escuchado o incluso dicho la famosa frase: “¿Por qué siempre me ocurre lo mismo?”
Van asociadas a ciertos bloqueos de los que te hablaré en otra ocasión, por ahora centrémonos en las heridas propiamente dichas porque el tema es tan extenso que da para mucho. Hay quien dice que hay 7 heridas, otras personas hablan de 5… Yo te hablaré de las 5 heridas de la infancia más comunes.
¿Cómo se detectan las heridas de la infancia?
Aunque algunas personas lo afirmen, ya te digo yo que nadie venimos de infancias felices. Esas personas lo dicen porque no recuerdan haber vivido situaciones traumáticas o acontecimientos graves. Lo que sí es verdad es que una infancia feliz o infeliz, no tiene que ver con eso.
Además, no se trata de definirla de así, porque eso puede llevarnos a la confusión, y las personas que afirman haber tenido una infancia feliz y son contradichos, se pueden sentir ofendidas.
De lo que se trata es de identificar los hechos que nos afectaron y que no fueron asimilados por nuestra mente, que son los que nos condicionan a lo largo de la vida determinando la forma en que respondemos ante diversas situaciones, cómo nos relacionamos y cómo nos sentimos.
En realidad las personas muestran los efectos de esas heridas con lo que llamamos “máscaras” que surgen a modo de protección de cada una de las heridas.
Llevar una máscara significa no ser uno mismo. Adoptamos una actitud diferente creada desde muy pequeños, creyendo que esa conducta nos protegerá de sufrir de nuevo lo que provocó esa defensa.
Las heridas de la infancia se detectan por el mecanismo de defensa o máscara que activan.
A continuación te muestro cada herida con su máscara correspondiente:
Cuanto más tiempo se tarde en identificar las heridas y sanarlas, más tiempo se tardará en sanar y más graves serán los efectos que producen.
El primer paso para la superación de las heridas de la infancia es darse cuenta de la máscara que utilizamos.
Solo así detectaremos la herida o heridas que tenemos. En este punto es normal que sintamos rabia, sufrimiento, rebeldía e incluso, acusación hacia nuestros padres o tutores.
Es muy importante honrar la herida y aceptar esa realidad, además de entender que nuestros padres también pasaron por situaciones similares. E incluso, heridas parecidas.
Cuando nos damos cuenta que no necesitamos máscaras y que podemos ser nosotros mismos, la vida cobra otro significado. Pasa a ser una serie de experiencias para avanzar, crecer y desarrollarnos como personas, nuestra mejor versión.
Las 5 heridas más comunes
1.- HERIDA DEL RECHAZO
Esta es una herida muy profunda, quien la padece no solo se siente rechazado sino que además, siente que no merece existir. En este caso hablamos de hijos no deseados o que sus progenitores deseaban que fuera de un género determinado y nació del género contrario. Se suele derivar, por regla general, del progenitor del mismo género.
Esta persona se muestra huidiza, no quiere llamar la atención. Siente que no merece cariño y en el momento alguien se lo muestra, se aparta; sin embargo cuando es al contrario, se siente rechazada.
Suelen ser niños demasiado protegidos, por lo que se sienten asfixiados. Con lo que cuando alguien los ama, huyen por el temor de sentirse así, asfixiados o agobiados.
Nuestros estados psicológicos y emocionales se manifiestan a través de nuestro cuerpo.
Las heridas de la infancia crean cuerpos con unas determinadas características, que también señalaré de manera breve. En el caso de la herida del rechazo hablamos de cuerpos contraídos y delgados, con ojos pequeños y mirada huidiza.
Estas personas suelen ser perfeccionistas, intelectuales y desapegados de lo material. Se infravaloran y buscan la soledad. Siempre encuentran el modo de huir.
Se sienten incomprendidos y con dificultades sobre todo, en lo sexual.
El mayor miedo de esta persona es ser juzgado o criticado. La mínima crítica la sienten como una amenaza y se busca continuamente la aprobación de los demás.
¿Cómo se sana la herida del rechazo?
Quien sufre esta herida la alimenta cada vez que se infravalora, cada vez que se ve incapaz de aportar algo en la vida de los demás. Cada vez que huye de una situación.
La herida del rechazo se sana prestando atención a la autoestima, valorándose y reconociéndose sin necesitar la aprobación de los demás.
Una buena señal es que cada vez siente menos miedo. Y una buena fórmula es enfrentar esos temores y dejar de huir de las situaciones.
2.- HERIDA DEL ABANDONO
La herida del abandono surge a raíz de sentir que no ha recibido lo que ha necesitado: amor de los padres, presencia, cariño, incluso bienes materiales.
La máscara con la que se protege esta persona cuando se siente abandonada, es la dependencia emocional.
Su cuerpo suele ser delgado, sin tono muscular y encorvado, de ojos tristes y atractivos.
Su carácter suele tener rasgos de víctima, dificultad para tomar decisiones y no acepta un “no”. Necesita atención y apoyo. Es muy inestable emocionalmente y de llanto fácil. Le gusta llamar la atención aunque contradictoriamente, se retrae de los demás, le gusta el sexo. En realidad va buscando la independencia para sanar el abandono.
Toda esa falta de atención y cuidados que son más comunes de lo que pueda parecer. Genera problemas afectivos muy serios, incluso disfunciones sexuales. Afecta a la hora de hablar en público y trato con desconocidos.
El mayor temor para esta persona es la soledad e intenta evitarla a toda costa.
Cuando tiene que estar sola se convence de que está bien así, pero busca desesperadamente actividades con las que ocuparse. Su dependencia puede llegar hasta el extremo de soportar situaciones desagradables por no quedarse sola.
¿Cómo se cura la herida del abandono?
El primer paso para superar la herida del abandono es dejar de alimentarla prestando especial atención a la autoestima y, sobre todo, perdonando, liberándose de ese pasado como quien corta el hilo de un globo y lo deja ir. Obviamente, ese es un paso muy difícil de llevar a cabo. Debes evitar desanimarte, desatenderte a ti mismo.
Cómo te amas a ti mismo es cómo enseñas a otros a amarte.
Es muy importante enfrentar ese temor a apegarse excesivamente a los demás.
Conforme se va necesitando menos atención se evita la llamada de la misma desde la enfermedad y otros comportamientos dañinos.
De esta manera cada vez se siente mejor consigo mismo cuando está solo y no busca llamar la atención o compañía. La vida ya no resulta tan dramática. Hay deseos a la hora de emprender proyectos aún sin el apoyo de los demás.
3.- HERIDA DE HUMILLACIÓN
La herida de la humillación tiene que ver con la falta de libertad y el trato injusto basado en la degradación, insulto o burla que hemos llegado a aceptar y asumir siendo niños o adolescentes.
La máscara detrás de la que se esconde es el masoquismo. Busca la satisfacción, sufriendo. Suele buscar la humillación la mayoría de las veces.
El cuerpo de esta herida corresponde a una persona gruesa, con rostro redondeado y ojos grandes, abiertos e inocentes. La persona que sufre esta herida se avergüenza de sí misma y se enfoca en los demás para “tratar de ser buena”.
Nadie te puede hacer sentir inferior sin tu consentimiento
Conoce sus necesidades, pero las ignora. Evita la vergüenza. Se considera mal educada o sucia. rehúye de la verdadera libertad y si no tiene límites, teme desbordarse. Hablamos de una persona hipersensible. Desea ser digna. Siente vergüenza en el plano sexual y su mayor satisfacción es comer.
Teme a la libertad, porque cuando la tiene no sabe controlarse. Por ejemplo: comiendo demasiado, trabajando sin medida, gastando mucho dinero, etc.
Debido a las numerosas limitaciones que se autoimpone, ni se cree ni se siente libre.
¿Cómo sanar la herida de la humillación?
Igual que las otras heridas, ésta puede sanarse si la persona toma conciencia de su daño y su máscara. Esto no es fácil, resulta doloroso aceptar que uno ha sido ridiculizado tanto por otros como por sí mismo; sin embargo, es un paso imprescindible.
A partir de aquí, esta persona deberá cambiar sus hábitos: escuchar y atender sus necesidades y dejar de cargar con las vidas ajenas; tener un diálogo interno positivo en el que no se compare con nadie ni se humille y permitirse ser sin imponerse límites, a sí misma.
Actitudes de humillación con nosotros mismos consisten en ponernos ropas que no nos favorecen y ensuciándonos, por ejemplo, o con excesos de comida y bebida.
Deja de ponerte límites y de creer que eres una persona molesta:
Tómate un momento para apreciar lo increíble que eres.
4.- HERIDA DE TRAICIÓN
Cuando de niños tenemos vínculos afectivos que después se truncan por algún motivo, puede provocar que tengamos miedo a crear lazos amorosos positivos. Lo hacemos desde el rechazo y desde el no querer comprometernos, por el fuerte dolor que produce recordar que “si siento afecto por esta persona, se va a ir y me va a hacer daño”.
La máscara de la persona con esta herida es el control. Usa este mecanismo de defensa para asegurarse de que la otra persona le va a ser fiel.
El cuerpo de esta persona es fuerte. En los hombres, los hombros son mucho más anchos que las caderas y en las mujeres ocurre al contrario, las caderas son más grandes que los hombros. De vientre y pecho abultado. La mirada es intensa.
La persona con esta herida no confía en nadie. Está en vigilancia constante. Tiene que controlar lo que ocurre a su alrededor para anteponerse al peligro y así evitar sorpresas. Es muy exigente en sus relaciones porque le da miedo que le mientan. No cumple sus compromisos o tiene que esforzarse para hacerlo. Miente con frecuencia. No confía en nadie, es manipulador y seductor. Cree que siempre tiene la razón.
Amarse a sí mismo es entender que no necesitas ser perfecto para ser grandioso.
Lo que más teme es el compromiso. Crea conflictos o problemas para dejar de hablar con alguien, por ese temor que tiene. Acaba pensando que esas separaciones eran justo lo que necesitaba, ya que de esta manera se libra de comprometerse.
El hecho de ser sociable y con facilidad para relacionarse, le impide darse cuenta del número de personas que ha sacado de su vida.
¿Cómo sanar la herida de la traición?
Sanar la herida de la traición no es fácil. Hay que seguir una serie de pasos: observar qué pasó, cómo lo viviste, cuáles eran las circunstancias, qué sentiste. Y con esta claridad, trabajar para identificar los comportamientos que te dañan y entender que tras de los actos de tus padres no había maldad.
Cuando te mantienes aferrado a la herida de la traición te sigues mintiendo, creyendo lo que es falso y no cumpliendo con los compromisos adquiridos contigo mismo.
Te vas a seguir castigando si pretendes hacer todo por tu cuenta, porque confías en los demás.
La verdad es que, a menos que lo dejes ir, a menos que te perdones a ti mismo, a menos que perdones la situación, a menos que te des cuenta de que la situación ha terminado, no puedes seguir adelante.
Moderar el modo en que vives tus emociones, atender tus necesidades y no ceder en todo momento solo porque alguien haya querido variar los planes, es un gran punto de partida para la sanación de esta herida. Liberarte de ser el centro de atención, aún cuando consigas tus logros y no necesitar del reconocimiento siempre, es un signo de que estás avanzando para liberarte de la máscara del control.
5.- HERIDA DE INJUSTICIA
Aquello que hemos vivido como injusto, padres o tutores muy fríos o autoritarios. Podemos llegar a desarrollar sentimientos de ineficacia, ser inútiles. Todo esto nos perjudica en nuestro desarrollo psicológico y emocional. No pueden integrar bien la individualidad y no pueden ser ellos mismos.
El cuerpo que presenta esta herida es rígido y lo más perfecto posible, bien proporcionado, de movimientos rígidos con mandíbula firme. La mirada es brillante y viva.
Esta persona tiene un carácter perfeccionista. Actúa para destacar y ser perfecta. No pide ayuda, le cuesta decir “no pasa nada”, Ignora o no muestra sus debilidades y trata de salir adelante por sí solo para que nadie note su vulnerabilidad. No admite tener problemas. Se exige y se controla mucho. Le gusta el orden. Rara vez se enferma. Es fría y le cuesta mostrar afecto. Su apariencia es muy sensual.
Me exijo mucho a mi mismo porque creo que se me aprecia por lo que hago y no por lo que soy. Me cuesta comprometerme porque tengo miedo a equivocarme.
Hace todo lo posible por mostrarse afectuoso, cree que en realidad lo es aunque en realidad los demás le perciben frío. Se considera una persona sumamente justa y armoniosa. Es fiel con sus amigos, aunque es percibido como seco y tenso.
¿Cómo se cura de la herida de la injusticia?
Lo primero es ser consciente de ella, a partir de ahí debes entregarse a ti mismo lo que te negaron en tu niñez como el respeto, valor, la dignidad. Deja de culparte por todo, termina ya con esa autocrítica y esas comparaciones constantes que te haces, recuerda que eres único en este universo tan grande.
Es momento de pensar en ti. Un punto indispensable es que te valores en tus relaciones y no des lugar a la sumisión. Acéptate tal y como eres, con tu forma de pensar, actuar desear, vestir.
Deja de avergonzarte y humillarte, porque te has convertido en tu propio verdugo. Amplía tu mirada y no solo veas los errores, sino también los logros.
Sé tú mismo, atrévete a soñar y celebra cada día de tu vida.
Alejarse del perfeccionismo para acercarse a la excelencia es sanador. Ya no hay crítica ni frustración cuando se comete un error o cuando una tarea no sale como se esperaba.
Mostrar sensibilidad y llorar delante de otros, no solo es sano, sino que es liberador. Cuando se sufre de la herida de la injusticia, mostrarse vulnerable y abrirse a los demás con honestidad, supone un antes y un después.
No es fácil mirarse a uno mismo, se activan defensas, miedos y muchas resistencias que lo impiden. Es mucho más sencillo cerrar los ojos para no ver las heridas, porque duelen demasiado. Pero taparlas con máscaras no las cura, solo las prolonga.
Una vida de apertura de consciencia, de ver, sentir, identificar, aceptar y con ello sanar, puede no ser el camino más corto, pero sí el que te llevará más lejos.
El autoconocimiento y el desarrollo personal son las claves de una vida plena. Empieza por la curación de las heridas de la infancia, eso que empezó a decidir por nosotros quiénes somos.
Mirar dentro despierta tu consciencia.
Recupera tu esencia, sé tú mismo, porque en ti y no fuera está tu potencial.
Es momento de sanar.